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Deberes, ¿rutina necesaria o condena?

Deberes, ¿rutina necesaria o condena?

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Todos los días, al acabar su jornada, Diego se lleva a casa entre dos horas y media y tres horas de trabajo extra. Apenas tiene tiempo libre, y acusa los efectos del estrés. Diego no es un ejecutivo incapaz de desconectar o un asesor fiscal en época de impuestos. Es un niño de 10 años que cursa 5º de Primaria e intenta hacer todos los deberes que le mandan sus profesoras. Sus hermanas, Lara, de 12 años, y Nadia, de 8, tienen mucha menos tarea aunque van al mismo colegio público de Tres Cantos (Madrid). Mientras Diego está encerrado en su habitación, ellas salen a jugar o ven la televisión. Muchos días, cuando acaba, solo le da tiempo a cenar, ducharse e irse a la cama.

Es un niño que saca notables y sobresalientes, que según sus propias maestras es rápido en los exámenes y tiene buena comprensión lectora. Cuando su madre, Eva Bailén, fue a hablar con ellas, le propusieron que le limitara el tiempo para completar las tareas a una hora u hora y media. “Y si no termina, que asuma las consecuencias”, recuerda que le dijeron. “Les contesté que no, porque él quiere hacer los deberes”, cuenta esta ingeniera de Telecomunicaciones y autora de un blog sobre nuevas tecnologías en el ámbito familiar. Y añade: “Es muy duro contarle a los profesores que el niño ha necesitado que le enseñen técnicas de relajación y a gestionar la presión por el exceso de deberes y que ni se compadezcan”.

Tras hablar con el director y no conseguir tampoco ninguna solución, Bailén inició una petición de firmas en Change.org “por la racionalización de los deberes en el sistema educativo español”, que ha superado los 100.000 apoyos. Actualmente, las tareas en casa no están reguladas a nivel estatal, y normalmente, deciden los profesores o los centros. “Yo no era contraria a los deberes, pensaba que era bueno que los niños hicieran algo en casa y no estuvieran toda la tarde holgazaneando”, explica. “Hasta que ves que tu hijo día tras día acaba llorando, que no ha podido jugar, que no es feliz”.

La petición vuelve a poner sobre la mesa un debate recurrente desde hace años en países como Estados Unidos, Canadá y Francia, donde se llegó incluso a convocar una huelga de deberes por parte de los padres en 2012. El caso de Diego refleja, llevado al extremo, los males del sistema actual en España, en los que coinciden los expertos consultados: deberes excesivos, falta de coordinación entre profesores, y tareas repetitivas, mecánicas e iguales para todos, sin tener en cuenta las necesidades de cada niño. También algunas de las consecuencias: tensión entre padres e hijos; familias cuyo tiempo libre está condicionado a lo que han decidido los profesores; niños que acaban por aborrecer el estudio y el colegio por aburrimiento; y aumento de las desigualdades por el nivel cultural y económico, que permite dar más o menos apoyo ante las dudas del alumno.

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“No es perjudicial algún tipo de actividad, pero se ha de establecer un tiempo razonable”, opina Luis Miguel Lázaro, catedrático de Teoría e Historia de la Educación en la Universidad de Valencia. Un máximo de 40 minutos diarios al final de primaria, y cerca de una hora en secundaria le parece suficiente. Para ello, “es básico que los profesores se coordinen, no puede ser que cada uno mande deberes como si la suya fuera la única asignatura”.

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