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¿Qué es la responsabilidad afectiva y cómo emplearla en tu vida?
Las emociones son una herramienta de expresión poderosa. En un mundo donde las señales mixtas pasan a ser la nueva norma, ¿nos queda cordura suficiente para salvarnos de los males que conlleva la ambiegüedad en nuestras relaciones interpersonales? No lo sé, rick. Sin embargo, entre los escombros definitivamente se encuentra el respuesta: La responsabilidad afectiva.
Responsabilidad afectiva: «Soy consciente de lo que siento. Ah y mira, de lo que sientes tú también»
En mis días de ocio, me gusta alimentar mi personalidad de psicóloga frustrada con diferentes libros sobre relaciones, el origen de ciertos tipos de apego, entre otros temas que me ayuden a insertar la frase «de hecho, ya había leído sobre algo parecido. déjame contarte» en cualquier conversación que pueda. Este mes tocó a mi puerta el libro «Que sea amor del bueno» de la psicóloga experta en relaciones de pareja Marta Martínez Novoa. Aquí se explora el significado e importancia de la responsabilidad afectiva y porqué es clave practicarla en todas las relaciones de tu vida.
Ahora sí, me empapé de información para poder ofrecerles respuestas claras a las preguntas frecuentes que pueden surgir sobre este concepto.
¿Qué es la responsabilidad afectiva?
Básicamente, la madre de la auto-consciencia. Ser consciente de tus actitudes y cómo pueden potencialmente afectar a personas a tu alrededor (sin dejarte a ti de lado) es la clave del éxito. ¿Por dónde entra la responsabilidad afectiva aquí? Pues fácil. Según un fragmento de este ejemplar, «La responsabilidad afectiva es (…) la conciencia de que un vínculo siempre implica a otras personas aparte de a ti misma, personas que sienten y tienen necesidades concretas.»
Y no siempre hablamos de relaciones románticas. Lo mismo aplica para cualquier tipo de relación, platónica, familiar, entre otras. La madurez emocional no vale en la tierra del amor solamente, la responsabilidad de este tipo se asume correctamente con cualquier interacción que tienes. Por ejemplo: Si tomas una decisión o actuas de manera que pudiera lastimar a otra persona, no puedes elegir si eso que hiciste la/o lastimó o no. En cambio, lo ideal es ser razonable de acuerdo a la situación y asumir la reponsabilidad (ojo, si lo amerita).
¿Estoy siendo responsable dentro de mi relación?
Por otro lado, las relaciones de pareja (o las casi-relaciones, ups) son donde usualmente vemos más casos de responsabilidad afectiva fallida. Pues usualmente, cuando dos personas (o más) comparten un mismo espacio o acuerdo emocional, las decisiones que tomas usualmente (no siempre. alerta: eres tu propia persona) incluyen a otra persona. Como dice Martínez Novoa, «entender que cuando dos o más personas ponen sus emociones en una relación, cada zarandeo del vínculo zarandea también las emociones propias y ajenas, por lo que es importante que todo se comunique y consensúe de manera que el daño que se pueda hacer sea mínimo. Y hay que entender el concepto «daño» como algo bidireccional, lo que significa que es importante tomar decisiones o acciones que intenten no dañar o minimizar el daño de todas las personas implicadas, incluidas nosotras».
¿Cuáles son las consecuencias de no practicar responsabilidad afectiva?
Caos. Pánico. Miedo.
En serio. Las consecuencias de esto son el camino directo a relaciones donde no existe la inteligencia emocional por ningún lado. Y ding ding ding. No das paso a relaciones saludables donde se expresa y se discuten las emociones abiertamente. Por eso «[desencadenamos] relaciones personales, sobre todo afectivo-sexuales, en las que siempre falla algo y nunca sabemos qué. Además, podemos ser víctimas de comportamientos tóxicos que terminan construyendo relaciones tóxicas, que pueden inundarlo y contaminarlo todo» dice un fragmento de Que sea amor del bueno.
¿Cómo practico la responsabilidad afectiva?
Por último, no es lo mismo saber que practicar. Les hablo a esas personas que andan justificándose diciendo «si sé lo que tengo hacer, entonces ya estoy casi en la recta final de la autosuficiencia». Sí, te estoy bajando de esa nube rápidamente. Lo siento, pero no lo siento.
Tranquilos. Para su suerte, tengo conmigo las reglas básicas que nos regala este libro para saber si realmente estás practicando la responsabilidad afectiva:
- Saber identificar, validar y expresar/gestionar adecuadamente tus emociones.
- Poder atender a las emociones de los demás, aunque su gestión ya no sea tu responsabilidad.
- Aprender a regular las emociones. Esto te ayudará, en primer lugar, a poner límites sanos, zanjar vínculos tóxicos, comunicar tus necesidades y proponer acuerdos, etcétera. Además, las emociones son la clave de la empatía, básica para la responsabilidad afectiva: si una persona aprende a identificar y validar sus emociones, es mucho más probable que también sepa hacerlo con las de los demás.
¿Qué tal les va con los puntos de arriba? ¿Los practican todos? ¿O tienen áreas en las que mejorar? Espero que sea el último, ya que como todo el mundo, nadie es perfecto. No podemos exigirnos perfección, sin embargo, la clave está en querer ser un poquito más consciente cada día.
Ella siempre supo lo que se le daba bien. Comunicarse (y llevar la contraria). Por eso, decidió estudiar Comunicación Mención Audiovisual. Su nombre es Maryorie (sin la j, por favor). Le gusta mucho contar historias a través del arte y hacer playlists sobre situaciones extrañamente específicas. También, le encanta leer, y sobre todo, le encanta que la lean.