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Arte, sociedad y revolución
A través del tiempo, el poder del arte ha sido incuestionable. Capaz de lo que muy pocos –a pesar de grandes esfuerzos– han logrado: suscitar y llegar a las grandes masas, pero sobre todo, concientizar de una forma más amena, directa y distinta.
Si hacemos un viaje al pasado, claros ejemplos dan fe de ello. Es el caso de Francisco de Goya, artista español considerado precursor de las vanguardias pictóricas del siglo XX. Parte importante de su catálogo de obras refleja el convulso período histórico en que vivió, particularmente la Guerra de la Independencia. Su serie de estampas Los desastres de la guerra es casi un reportaje moderno de las atrocidades cometidas, y componen una visión exenta de heroísmo, donde las víctimas son siempre los individuos de cualquier clase y condición. Finalizada, Goya aborda en 1814 la ejecución de dos grandes cuadros que suponen su interpretación de los sucesos ocurridos los días 2 y tres de mayo de 1808 en Madrid. De su propósito da cuenta el escrito dirigido al Gobierno en el que señala su intención de «… perpetuar por medio del pincel las más heróicas acciones o escenas de nuestra gloriosa insurrección contra el peor tirano de Europa».
«La historia del arte occidental está repleta de obras que hacen referencia directa a la guerra, a los enfrentamientos bélicos, a las luchas motivadas por la obtención del poder y el dominio de las naciones. Incontables son las composiciones artísticas en relieve, frisos, vasos y tablillas cerámicas desde el período antiguo hasta la época moderna. Magistrales pinturas, dibujos y esculturas del renacimiento, barroco, neoclasicismo y el romanticismo fueron creadas en función de representar la guerra como exaltación del bando victorioso, como representación de la gran conquista», nos cuenta la historiadora y crítica de arte Paula Gómez Jorge, directora de la galería de arte ASR Contemporáneo.
Por otro lado, en pleno siglo XX, grandes artistas como Edvar Munch (El grito) y Pablo Picasso (Guernica), por mencionar algunos, asumen una postura proactiva ante lo nefasto de las guerras. Éstos, junto a una pléyade de otros artistas de las vanguardias históricas europeas de su misma época, denunciaron en sus obras las distintas tragedias creadas por la humanidad.
A nivel local. Si nos referimos a este tema en la República Dominicana, tenemos que remontarnos necesariamente a la década del 60. En diferentes momentos, y caracterizados por un importante potencial estético y relacional, un conjunto representativo de artistas, de una manera presencial y activa, convirtieron sus creaciones en instrumento contestatario y de movilización de la conciencia social.
«En una primera etapa, en 1961 tras el ajusticiamiento de Trujillo, artistas activistas conformaron el grupo llamado Arte y Liberación, encabezado por el pintor Silvano Lora. En lo adelante, manifestarían su decisión de apoyo a las transformaciones sociales y políticas por las que enarbolaban sus banderas importantes agrupamientos políticos y revolucionarios, desplegando actividades culturales y exposiciones de arte en barrios populares de Santo Domingo y varias provincias del país», detalla Gómez Jorge, agregando que «años más tarde, éstos y otros artistas reconocidos por su militancia política y social asumieron un reto mayor, involucrándose de lleno en la Revolución de Abril y en la lucha contra la Intervención Norteamericana». En este contexto, las artes gráficas –por su poder de difusión masiva a través del cartel y de la valla–, cumplieron un rol de primer orden en la sensibilización y movilización de las masas populares.
«Artistas de todas las disciplinas, escritores e intelectuales defendieron con sus vidas y su arte la democracia y la soberanía nacional atropelladas, plasmando en la pintura y el grabado, mediante el lenguaje figurativo y el estilo expresionista, el conflicto bélico, los valores y principios democráticos que estaban en juego. Reconocidos como Frente Cultural, estos creadores con sus propuestas visuales, teatrales, danzarias y literarias fueron ejemplo de unidad y solidaridad de una generación artística, confirmando el alcance colectivo y popular del compromiso social del arte dominicano con su época», profundiza nuestra entrevistada, quien ha realizado estudios de posgrado y doctorado en prestigiosas universidades e instituciones de Cuba, España y Estados Unidos de América.
Una visión más reciente. En el panorama artístico actual nacional, uno de los artistas visuales contemporáneos que con su discurso muestra un compromiso ante diferentes situaciones de violencia infantil, alcanzando una particular tensión y lucidez creativa, es Jorge Pineda. «Ha desarrollado una poética que lo vincula con el nuevo tipo de guerra a la que están expuestos los niños de los barrios marginales que participan en llamadas pandillas. La instalación ‘Mambrú’, recientemente expuesta en el Museo de Arte Moderno, representa un batallón de soldaditos de guerra: esculturas de cuerpos infantiles a tamaño natural, de madera enchapada en láminas de plomo. Sus rostros cubiertos con máscaras del mundo de la ‘lucha libre’, y sus brazos cargando grandes armas, conmueven profundamente al espectador, que es transportado rápidamente al submundo de la violencia y la trampa, del enmascaramiento y el cambio de identidad; lo enfrenta a la fragilidad infantil en el contexto de los nuevos escenarios a los que está vinculada, así como la injusticia social, que determina que el futuro de los que son ‘la esperanza del mañana’, se oscurezca cada día más», concluye la especialista.
Arte callejero. En las últimas décadas esta expresión artística ha tomado un importante y destacado auge. Con diferentes ciudades como núcleos, algunos de sus exponentes más reconocidos son Banksy, John Fekner, Shepard Fairey, Blek le Rat. En sus obras se ven manifestadas no sólo las variantes técnicas y estéticas, sino también distintos trasfondos ideológicos. De todos, quizás el más famoso sea Banksy, a pesar de que oculta su identidad real a la prensa. Nacido en Liverpool, es un prolífico artista del street art británico que muestra, en la mayoría sus piezas, sátiras sobre política, cultura pop, moralidad y etnias, combinando escritura graffiti con estarcidos en plantilla.
We Can Do It! (foto principal). Se trata de un cartel de propaganda creado por J. Howard Miller en 1943 para Westinghouse Electric, durante la guerra estadounidense, como una imagen inspiradora que ayudara a levantar la moral de los trabajadores. En su libro La retórica representación visual de Rosie Riveter (modelo del afiche), los autores James Kimble y Lester Olson explican que el rostro fue utilizado para promover el feminismo y otras cuestiones políticas a partir de la década de 1980. Nos encontramos ante una de las diez imágenes más solicitadas en los Archivos Nacionales y Administración de Documentos de los Estados Unidos.