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Nutrición sostenible

Nutrición sostenible

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Por: Leandro A. Sánchez Foto: Foxys Forest Manufacture

Consumo. El asumir hábitos alimenticios más amigables con el medio ambiente no sólo resulta beneficioso para nuestra salud y la de nuestras familias, sino que también ayuda en la lucha contra el cambio climático.

La cocina no escapa de la onda green que arropa muchos de los quehaceres de la cotidianeidad. ¿De qué forma? Adoptando prácticas que promueven un consumo responsable, como se le ha catalogado. Por ejemplo, comer productos orgánicos y más frescos, adquiridos en mercados locales… Si tenemos en cuenta este tipo de opciones y cambiamos algunos de nuestros hábitos ¡estaremos siendo parte de la solución!

Quizás, como en otros asuntos, no toda la responsabilidad está en nuestras manos, ya que las decisiones a gran escala son claves, y son tomadas por distintas administraciones y líneas estratégicas de grandes compañías… Pero también es cierto que, a nivel individual podemos aportar nuestro granito de arena, pues adquirir cualquier tipo de producto es una acción política con la que decidimos en qué sociedad queremos vivir.

Ante esta realidad, que muchos prefieren no enfrentar, nos comunicamos con la endocrinóloga y nutricionista María Bell Viguri, miembro de la Sociedad Dominicana de Endocrinología, para que desde su experiencia nos orientara sobre cómo dar nuestros primeros pasos.

#MeatlessMonday

Invita a no consumir carne todos los lunes. Yuri Sasaki, conocida como @ChefPandita, es una impulsora de este movimiento. En sus redes posteó las razones de su efectividad. Una de ellas plantea que el Meatless Monday reduce el consumo de carne en un 15% anual, lo que tiene el mismo impacto en las emisiones de gases del efecto invernadero, que remover de las calles 240 millones de carros al año.

Productos locales

A diario consumimos productos de todas partes del mundo. “Aunque es una ventaja tener la posibilidad de comprar productos extranjeros, su transporte conlleva el empleo de más pesticidas, carburantes y plásticos en el proceso de embalaje, así como más energía de parte de las industrias ferroviaria, naval y de carretera”, explica Maria Bell Viguri, quien ofrece su consulta privada en el Centro Médico Vista del Jardín.

De ahí que en 2005 surgiera el movimiento “locavorismo”, como una forma de frenar las consecuencias de la industria alimentaria, promoviendo el consumo de alimentos producidos localmente. “De esta manera se disfruta de productos más frescos, al tiempo que se apoya a las pequeñas empresas y la economía locales, en lugar de sostener a las grandes industrias multinacionales de distribución”, puntualiza la especialista.

Menos carne

El consumo de carne tiende a aumentar en muchos países, por lo que reducir su ingesta puede ayudar a apaciguar los efectos de la ganadería sobre el medioambiente: además de producir una gran cantidad de gases del efecto invernadero y afectar la biodiversidad, implica el uso y la contaminación de importantes cantidades de agua.

“La producción de carne es responsable, aproximadamente, del 18% del efecto del cambio climático en el mundo. Además, los bosques se han convertido en tierras de pastoreo o en cultivos que se limitan a la producción de alimento para el ganado”, explica Bell, y añade que optando por un consumo mínimo también sentiremos un aporte en nuestra salud: el exceso de grasas de origen animal y de carne roja está relacionado con enfermedades y algunos cánceres. “Una alternativa sería escoger un tipo de carne cuya producción implique menores afectaciones al medio ambiente como lo es la industria avícola, por ejemplo”, dice.

Más frescos y menos envasados

El consumir hortalizas, verduras, frutas, legumbres, etc., es mucho más saludable que recurrir a productos empacados-procesados. “Estos últimos se producen generalmente en empresas de alto consumo energético, donde los alimentos son preparados y manipulados de diferentes maneras. Suelen tener mayores cantidades de azúcar, grasas y sal, lo que ha influido en el incremento acelerado del sobrepeso y obesidad en el mundo”, manifiesta la especialista. Sin embargo, dado el acelerado ritmo de vida que llevamos actualmente, si se opta por productos procesados, recomienda un bajo consumo de los mismos y elegir, preferiblemente, aquellos que hacen un uso responsable del embalaje, ya que se produce a partir de recursos terrestres (que en su mayoría no son renovables) y después de su utilización se convierten en contaminantes de la naturaleza. De ahí que reciclar es una acción vital.

Para dudas sobre la política ambiental de una empresa, consulta el índice de sostenibilidad Dow Jones que mide cuán sostenibles son las empresas más grandes del mundo en dowjones.com.

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Consumir productos ecológicos

¿Los beneficios para la salud? “Es un asunto muy debatido; los científicos ofrecen conclusiones divididas: por un lado, están quienes afirman que la calidad de los productos orgánicos no sería suficiente para tener un impacto sobre nuestra salud, mientras que otros sostienen que el consumo de alimentos orgánicos sí contribuye en el momento de limitar riesgos”, expresa Bell.

Por otro lado, cabe destacar que este tipo de agricultura impacta menos a los ecosistemas que los cultivos convencionales, ya que no generan las emisiones asociadas con fertilizantes y plaguicidas sintéticos.

 

Alimentación y  consumo. Para la endocrinóloga y nutricionista María Bell Viguri, un buen comienzo podría ser sustituir cinco de los productos habituales de la compra del supermercado por otros de certificación ecológica. Otra opción es el Comercio Justo, que está basado en adquirir productos elaborados de manera natural y en impulsar la labor de productores menos favorecidos.

 

 

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