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En primera persona. Diario de cuarentena de Gina Vicini

En primera persona. Diario de cuarentena de Gina Vicini

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Dinámita. Así es Gina Vicini, una mujer sumamente disciplinada y alegre (aunque sean las 5am y esté en el gym), sus energías parecen inagotables y la buena vibra que emana resulta indiscutible. Su vida profesional se balancea de forma perfecta, malabareando entre la esfera legal y la culinaria. Pero basta de rodeos y descripciones, que en primera persona la podrás conocer más a fondo.

 

Por Gina Vicini Foto Fuente externa

Siempre he tenido la convicción de que en momentos de crisis es que demostramos realmente nuestra naturaleza y de lo que somos capaces. Caramba, qué momento me ha tocado vivir con esta pandemia que afecta gravemente las vías respiratorias y siendo una mujer alérgica y asmática (le salgo corriendo a quien sea que me estornude cerca porque ni de relajo me puede dar gripe), además teniendo su rutina diaria (prácticamente organizada), para poder realizar todo el conjunto de actividades que conformaban su día a día. ¿Qué creen que sentí ese 16 de marzo del 2020?

Que reto el mío, ya acostumbrada a iniciar mis madrugadas con un café para activarme los sentidos y poner en marcha mi cuerpo ejercitándome (porque necesito tiempo para mí, para liberar energía, estrés acumulado y sobre todo cuidar mi salud). Al mismo tiempo, se suma otro desafío laboral y profesional como servidora judicial, ya acostumbrada por más de 22 años a una rutina con horario asignado, en un escritorio para cumplir con mi deber en favor de la Patria. Tremendo giro le ha dado esto a mi vida, cuando siempre estaba dispuesta a ir el combate y conducir en horas picos enfrentando el caos de las calles de esta ciudad, en muchas ocasiones con algún almuerzo rápido de algún “drive thru” sobre mis piernas y conduciendo a la defensiva con una mano y comiendo con la otra para llevar o traer a mis hijos del colegio, sala de tareas, odontólogo, pediatra o alguna otra actividad. Asimismo, llevar a las perras al veterinario, mi madre al salón, o lo que se presentara en ese momento para luego salir en bola de humo a cumplir con la segunda parte de mi jornada laboral. ¿Y a donde se fueron esos placenteros fines de semana en la playa o al campo con amigos y la familia o alguna salida casual para romper con la rutina y compartir con mi gente querida? Como es que de repente ha desaparecido en mi agenda la hora más anhelada de la semana, las 6:00 de la tarde, donde me preparaba física y mentalmente para hacer y elaborar encargos de platos tanto dulces como salados, porque jamás paré de alimentar mi pasión, que es la cocina.

El cambio inesperado vino para todos y retó a cada uno de nosotros. De pronto mi vida se limitó a desarrollarse dentro de estas cuatro paredes que llamo mi templo. Y sí, sentí mucho miedo, mucho temor sobre todo por mi salud, la de mis hijos que también son alérgicos y asmáticos, así como la de mis padres que ya son mayorcitos. Así, entre las medidas para evitar el contacto, los protocolos de higiene, hasta para entrar una funda de supermercado a la casa, y el bombardeo de noticias 24hrs al día, se fue llenando mi cabeza de incertidumbre e impotencia. Me cuestionaba sin poder dormir si todo volvería a ser como antes y si faltaría mucho para retomar los proyectos y metas trazados a corto y largo plazo en este año. Cuanto añoraba los abrazos y afectos de todo ser que me rodeaba, incluso las discusiones por diferencias que se podían presentar en alguna que otra ocasión.  Entonces, luego recordé por experiencias vividas, que todo cambio trae cosas mejores. Que este era un momento crucial para marchar hacia adelante (tirar pa’ alante) como siempre suelo decir.

Han pasado más de 60 días y ya el café por las madrugadas no lo cuelo yo, lo hace mi hijo mayor, quien aprendió a hacerlo, me lo brinda y mejor aún, compartimos del mismo, cosa que antes no hacíamos. Mi rutina de ejercicios la hago porque amo ejercitarme, por ahora con menos intensidad pero con la misma dedicación y en ocasiones teniendo el privilegio de hacerlo con mis dos hijos, lo que antes ni en sueño hacía.  Mi entrega y responsabilidad hacia mi trabajo ha hecho que me adapte al teletrabajo, el cual ha tenido sus beneficios por la flexibilidad del horario (felizmente puedo oír música sin audífonos y redactar sin distracciones). También reconozco al igual que muchos, que he contribuido enormemente con el medio ambiente al reducir a un 100% la emisión de Co2.  Lo mejor de todo esto es que ya no cojo piques en las calles ya que, si acaso se presentan diligencias, estas son estrictamente puntuales, y quien las hace es mi esposo, forrado de pies a cabeza entre mascarillas, guantes, gorra y manitas limpias.

Debo y tengo que darles crédito a las redes sociales y sus plataformas, cosa que antes no hacía. Estas han ayudado enormemente al acercamiento (aunque sea virtual) de toda mi gente, siendo esta la mejor herramienta hoy día para ofrecer mis servicios como cocinera y que cada uno de mis platos y elaboraciones estén al alcance de todos. Esta Cuarentena ha provocado que me involucre intensa y arduamente en la cocina y es que la cocina nos une. Quien no se siente feliz a la hora de comer, no importa cuando o donde sea, porque es ese momentito en donde todos disfrutamos ese placer y bendición que nos regala Dios, ya sea solos o en familia. El tiempo de antes no volverá, pero sé que toda obra para bien y nos iremos poco a poco adaptando a esta nueva forma de vida que nos depara el futuro.

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